Entre colinas verdes y senderos de incienso, un templo budista abre sus puertas no solo al visitante, sino a quien está dispuesto a hacer una pausa. Aquí la experiencia no gira en torno a acumular fotos, sino a detenerse, respirar y permanecer. El ritmo exterior se vuelve más lento, y el interior encuentra un espacio para ordenar pensamientos, emociones y silencios pendientes.

Guiado por monjes tailandeses, el retiro ofrece prácticas de meditación Vipassana, caminatas conscientes y momentos de introspección profunda. Las jornadas comienzan con cantos al amanecer y continúan con ejercicios que invitan a observar la respiración, el cuerpo y la mente sin prisa y sin juicio. El objetivo no es “lograr” algo, sino abrir un espacio para mirar con claridad lo que ya está ahí.

Se puede asistir por un solo día o permanecer entre 3 y 7 noches, compartiendo comidas vegetarianas, tiempos de refugio en la sala de meditación y ratos a solas bajo árboles centenarios. El día se organiza con momentos alternados de práctica formal, tareas simples (como ayudar a ordenar o limpiar) y pausas para descansar. Las enseñanzas se imparten en inglés, con asistencia ocasional en otros idiomas.

El entorno es sobrio y sagrado: se solicita vestimenta modesta (ropa blanca o clara, hombros y rodillas cubiertos), respeto por los espacios comunes y disposición para mantener el silencio en gran parte del día. No es necesario tener experiencia previa en meditación; basta con una actitud abierta, curiosidad y ganas de escuchar lo que normalmente queda en segundo plano.

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