✈️ Los Viajes de Miles – Episodio 5: La Escuela de Gladiadores

Ilustración de Miles entrenando en la escuela de gladiadores en Roma

El sol romano caía fuerte, sobre un lugar escondido en el centro de la ciudad. Un cartel pintado en oro y púrpura, los colores solemnes del imperio, anunciaba Scuola Gladiatori – Ludi Romani. Miles y el grupo se acercaron con una mezcla de curiosidad y temor. El aire olía a cuero viejo, a madera pulida y a polvo de arena.

Allí los esperaba Dracon, el maestro. Delgado, túnica blanca, gladio en la mano, parecía salido de un mosaico antiguo… hasta que abría la boca. Sus frases tenían la pompa de un orador romano y, al mismo tiempo, el absurdo de un comediante involuntario.

—¡Aquí no son turistas, son gladiadores en prácticas! —tronó—. ¡Ave… musculus doloribus!

El grupo se miró confundido. ¿Era latín? ¿Era un invento? Nadie lo supo.

Dracon comenzó a repartir gladii de madera y a explicar la rutina con precisión quirúrgica: —Pie izquierdo al frente, giro exacto de cuarenta y cinco grados, estocada al aire, retroceso de dos pasos. ¡Si alguien hace cuarenta y seis… que los dioses lo salven!

El Minimalista Radical cruzó los brazos y protestó: —Un verdadero viajero no necesita una espada. Deme algo pequeño, un pugio, y me basta.

Dracon lo interrumpió de inmediato: —¡Falso! Hasta el gladiador más pobre llevaba un gladio. Sin él, hasta las gallinas te vencerían.

La Neurótica de la Limpieza levantó el yelmo con dos dedos y murmuró: —Esto necesita tres capas de desinfectante antes de tocar mi cabeza.

Dracon, impasible, respondió: —En Roma tampoco usaban alcohol en gel, pero si Julio César hubiera tenido, habría hechos sus conquistas mucho más rápido.

Miles vs. El Turista del Excel

Miles fue emparejado con el Turista del Excel. El gladio temblaba en sus manos: temía herir incluso con la madera. El otro, en cambio, calculaba en voz alta: —Golpe a 45°, defensa a 30°, retroceso de dos pasos… según mis tablas, tienes un 72% de perder.

Miles apenas atinaba a mover el brazo. Su duelo parecía más una coreografía torpe que una lucha. Dracon recorría la arena corrigiendo a todos: —¡No, no, no! Si siguen así, hasta un romano dormido les gana. ¡Más fuerza, más honor!

Miles vs. El Minimalista Radical

El segundo combate lo enfrentó al Minimalista. Este blandía un diminuto pugio de madera, que parecía más un palillo que un arma.

—Con esto basta —dijo confiado—. Menos peso, más libertad.

El minimalista lanzaba movimientos breves, casi simbólicos, como si estuviera practicando tai-chi. Miles, en cambio, dudaba en cada golpe. Dracon bramó desde un costado: —¡Esto no es yoga con espadas! ¡Denme sudor, no filosofía barata!

El combate terminó en un empate ridículo: dos estocadas blandas que más parecieron saludos. La arena estalló en carcajadas.

Miles vs. Dracon

Finalmente, llegó el turno de enfrentar al Maestro. Dracon proclamó solemne: —Un gladiador no lucha contra otro hombre… ¡lucha contra su propia cobardía!

Con pasos coreografiados y exagerados, Dracon hizo un giro sobre si mismo, aflojó las piernas y teatralmente se dejó caer, fingió ser derrotado por Miles, en una muerte tan ridícula que arrancó carcajadas y aplausos del grupo.

Miles, temblando pero sonriendo, comprendió que algo había cambiado: ya no era el viajero ansioso con la valija vacía. Había entrado en la arena y descubierto el valor de intentarlo. Por primera vez, ya no sentía solo miedo, sentía coraje.


English version

✈️ The Journeys of Miles – Episode 5: The Gladiator School

Illustration of Miles training at a gladiator school in Rome

The Roman sun beat down on a hidden spot in the city center. A sign painted in gold and purple—the solemn colors of empire—announced Scuola Gladiatori – Ludi Romani. Miles and the group approached with a mix of curiosity and dread. The air smelled of worn leather, polished wood, and sandy dust.

There awaited Dracon, the master. Lean, white tunic, gladius in hand—he looked as if he had stepped out of an ancient mosaic… until he opened his mouth. His sentences had the pomp of a Roman orator and the absurdity of an accidental comedian.

“You are not tourists here—you are gladiators in training!” he thundered. “Ave… musculus doloribus!”

The group stared, baffled. Was that Latin? Was it made up? No one knew.

Dracon began handing out wooden gladii and explained the routine with surgical precision: “Left foot forward, exact forty-five–degree turn, thrust into the air, retreat two steps. If anyone does forty-six… may the gods help you!”

The Radical Minimalist folded his arms and protested: “A true traveler doesn’t need a sword. Give me something small—a pugio—and I’m fine.”

Dracon cut him off at once: “False! Even the poorest gladiator carried a gladius. Without it, even the chickens would defeat you.”

The Cleanliness Neurotic lifted the helmet with two fingers and muttered: “This needs three layers of disinfectant before it touches my head.”

Impassive, Dracon replied: “Romans didn’t use hand gel either—but if Julius Caesar had had some, he would’ve conquered much faster.”

Miles vs. The Excel Tourist

Miles was paired with the Excel Tourist. The gladius trembled in his hands: he was afraid of hurting someone—even with wood. The other one calculated out loud: “Strike at 45°, block at 30°, two-step retreat… according to my tables, you have a 72% chance of losing.”

Miles barely managed to move his arm. Their duel looked more like clumsy choreography than combat. Dracon paced the sand correcting everyone: “No, no, no! At this rate, even a sleeping Roman would beat you. More strength, more honor!”

Miles vs. The Radical Minimalist

The second bout set him against the Minimalist. He brandished a tiny wooden pugio that looked more like a toothpick than a weapon.

“This is enough,” he said confidently. “Less weight, more freedom.”

The minimalist launched brief, almost symbolic moves—as if practicing sword tai chi. Miles, meanwhile, hesitated with every strike. From the sidelines, Dracon bellowed: “This isn’t yoga with swords! Give me sweat, not bargain-bin philosophy!”

The fight ended in a ridiculous draw: two soft thrusts that looked more like greetings. The arena burst into laughter.

Miles vs. Dracon

Finally, it was time to face the Master. Dracon proclaimed solemnly: “A gladiator doesn’t fight another man… he fights his own cowardice!”

With choreographed, over-the-top steps, Dracon spun on himself, loosened his legs, and theatrically let himself fall—pretending to be defeated by Miles—in a death so ridiculous it drew laughter and applause from the group.

Trembling yet smiling, Miles realized something had shifted: he was no longer the anxious traveler with the empty suitcase. He had stepped into the arena and found the courage to try. For the first time, he felt not only fear—he felt bravery.

Back to Spanish ↑

info@aventurapremium.com
@avventurapremium

Viajes por el mundo, aventuras inolvidables

🔍 Sobre este sitio: Las experiencias aquí presentadas están cuidadosamente seleccionadas, redactadas de forma original y editadas con enfoque personal. Aventura Premium no organiza directamente estas actividades, sino que actúa como una plataforma de inspiración y selección de propuestas culturales y sensoriales ofrecidas por terceros.

🌍 Conoce más sobre el proyecto →