
Phubbing y desconexión emocional
Mientras no estás conmigo — Entre tu teléfono y yo
Phubbing y desconexión emocional: no es el teléfono en sí. En realidad, es la forma en que, poco a poco, se interpone entre nosotros.
Estás presente físicamente. Compartimos el mismo espacio, la misma mesa, el mismo sillón. Sin embargo, hay una parte de ti que no termina de llegar. Permanece atenta a la pantalla, a una vibración, a una luz que se enciende. Así, cualquier momento compartido se vuelve provisorio, como si pudiera interrumpirse en cualquier instante.
Presencia no es atención (phubbing)
A veces me miras mientras hablo. Incluso respondes. Dices “sí”, “claro”, “ajá”. No son respuestas falsas, pero suenan livianas. No se apoyan en lo que acabo de decir ni continúan la conversación. Funcionan como señales de presencia, no de atención. Y esa diferencia, aunque sutil, se siente.
Con el tiempo, hablar empieza a pesar más.
Cuando aparece la desconexión emocional
Al principio una lo minimiza. Se dice que es normal, que hoy todos vivimos así, que no es algo personal. Además, se busca una explicación razonable, porque aceptar lo contrario implicaría algo más doloroso: reconocer que, en ese momento, no soy una prioridad.
Sin embargo, la sensación aparece igual. No es enojo, tampoco tristeza abierta. Es más parecido a sentirse desplazada sin que nadie se haya movido de lugar. Como si la conversación compitiera con algo invisible y, casi siempre, perdiera.
El silencio que se aprende
Entonces surgen pequeñas reacciones internas. La incomodidad de repetir una frase. La duda sobre si vale la pena seguir hablando. El impulso de callar justo antes de decir algo importante. No por falta de confianza, sino por la intuición de que no será recibido como merece.
Poco a poco, se desarrolla una forma de autocontrol silencioso. Se acortan los relatos, se eligen mejor las palabras y se posponen temas. No porque no importen, sino porque requieren una atención que no está disponible.
Phubbing y desconexión emocional: lo que se ve y lo que no
También aparece una sensación incómoda: notar que el teléfono recibe lo mejor. La atención completa, la concentración y el tiempo necesario para responder bien. En cambio, lo que queda para la persona que está al lado es fragmentado, interrumpido, a medias.
Del otro lado, muchas veces no hay mala intención. Hay costumbre, hay dispersión, hay una atención dividida que se vive como normal. Para quien mira la pantalla, todo parece estar bajo control. Por eso, el desgaste no se percibe.
Desde fuera, la escena no parece grave. No hay discusiones ni reproches. Tampoco rupturas evidentes. Solo una presencia interrumpida y otra que aprende a convivir con esa interrupción.
Sin embargo, ese silencio no está vacío. Está lleno de renuncias pequeñas: cosas que ya no se dicen, gestos que se guardan, pensamientos que se quedan sin destino. Y así aparece una de las sensaciones más solitarias que existen: sentirse sola estando acompañada.
Lo que en realidad se pide
No se pide exclusividad ni atención constante. Tampoco que el teléfono desaparezca. Se pide algo más simple y, al mismo tiempo, más profundo: sentir que, cuando se habla, hay alguien realmente disponible del otro lado.
Porque la atención no es un gesto menor. Es una forma concreta de cuidado. Es una manera silenciosa de decir: me importas. Y cuando esa atención se va primero a una pantalla, la desconexión emocional crece sin hacer ruido.
Tal vez nunca te diste cuenta. Tal vez pensaste que escuchar era suficiente. Mientras tanto, alguien aprendió a hablar menos, a decir solo lo necesario y a no interrumpir. No porque no tuviera nada más para decir, sino porque entendió que tu atención estaba en otra parte.
Cuando lo leas con distancia, dime solo esto:
👉 ¿te quedas pensando o alguna vez te pasó algo parecido?
Desde ahí seguimos ☕
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Verywell Mind — Qué es el phubbing y cómo afecta la conexión emocional en las relaciones
INECO — El hábito digital que puede dañar las relaciones interpersonales
