El Titanic Romano que dormía en el fondo de Nemi
Las naves imperiales de Calígula: del delirio al incendio
Una historia verdadera en un lugar que aún guarda su misterio

El Lago de Nemi, oculto entre los bosques de los Castelli Romani, al sur de Roma, guarda una de las historias más desconcertantes y fascinantes del Imperio Romano. En su fondo, durante siglos, yacieron dos naves colosales construidas por orden del emperador Calígula, verdaderos palacios flotantes diseñados para la extravagancia.
En 1940, con el aval personal de Benito Mussolini, un equipo de arqueólogos logró drenar parcialmente sus aguas para sacar a la luz lo que hasta entonces parecía un mito. Lo que emergió dejó sin palabras incluso a los más escépticos: barcos monumentales, uno de más de 70 metros de largo, decorados con mármol, bronce, mosaicos, esculturas, columnas y hasta sistemas de calefacción. No eran embarcaciones de guerra ni de transporte. Eran escenarios flotantes para los placeres del emperador, fastuosas plataformas donde se celebraban banquetes, ceremonias y fiestas sin límite.
Calígula, quien gobernó entre el 37 y el 41 d.C., es recordado por su personalidad excéntrica, autoritaria y profundamente narcisista. Se hacía adorar como un dios en vida y construía para sí mismo espacios que desafiaran lo terrenal. Estas naves, ancladas en un lago cerrado como si el mundo girara en torno a su reflejo, son testimonio de ese delirio megalómano.
Tras ser rescatadas, las naves fueron instaladas en un museo especialmente construido en la orilla de Nemi. Pero en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, un incendio provocado por los bombardeos destruyó casi todo. Solo quedaron fragmentos, algunos elementos originales y, sobre todo, el asombro.
Hoy, el Museo de las Naves Romanas de Nemi conserva réplicas parciales, maquetas y piezas recuperadas, que permiten imaginar la magnitud de aquel sueño imperial sumergido. Afuera, las aguas han vuelto a la calma, pero bajo su superficie aún flota la memoria de un imperio que quiso navegar el delirio.